jueves, 16 de diciembre de 2010

"EL MITO DE LA CAVERNA": PLATÓN

–Y a continuación –seguí–, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la
falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie vivienda subterránea provista de una larga entrada,
abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños,
atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante,
pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, a la luz de un fuego que arde algo lejos y en
plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha
sido construido un tabique parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de
las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
–Ya lo veo –dijo.
–Pues bien, imagínate ahora, a lo largo de esa pared, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya
altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de
materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
–¡Qué extraña escena describes –dijo– y que extraños prisioneros!
–Iguales que nosotros –dije–, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí
mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está
frente a ellos?
–¿Cómo –dijo–, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
–¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
–¿Qué otra cosa van a ver?
–¿Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que
veían pasar ante ellos?
–Forzosamente.
–¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de
los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
–No, ¡por Zeus! –dijo.
–Entonces no hay duda –dije yo– de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de
los objetos fabricados.
–Es enteramente forzoso –dijo.
–Examina, pues –dije–, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme
a la naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente
y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por quedarse
deslumbrado, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le
dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la
realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los
objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que
estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
–Mucho más –dijo.
–Y si se le obligara a fijar su vista en la misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que escaparía, volviéndose
hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son real- mente más claros que los que le muestra.
–Así es –dijo.
–Y si se lo llevaran de allí a la fuerza –dije–, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran
antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una
vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que
ahora llamamos verdaderas?
–No, no sería capaz –dijo–, al menos por el momento.
–Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. lo que vería más fácilmente
serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más
tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el
cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
–¿Cómo no?
–Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino
el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y
contemplar.
–Necesariamente –dijo.
–Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna
todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
–Es evidente –dijo– que después de aquello vendría a pensar en esto otro.
–Y que cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de
cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
–Efectivamente.
–Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos
otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre
ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar,
basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes
gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría
decididamente «trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio» o sufrir cualquier otro destino antes
que vivir en aquel mundo de lo opinable?
–Eso es lo que creo yo –dijo–: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
–Ahora fíjate en esto –dije–: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le
llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
–Ciertamente –dijo.
–Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando
acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad –y no sería muy
corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse–, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido
arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y
no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?
–Claro que sí –dijo.
–Pues bien –dije–, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay
que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las
comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo
que tu deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me
parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez
percibido, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que,
mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y
productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.

jueves, 9 de diciembre de 2010

DISERTACIÓN FILOSÓFICA Y ORAL ¿CÓMO SABER CUÁL ES NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO?


La pregunta en principio, parece difícil de contestar ya que puede interpretarse desde muchos puntos de vista. Yo interpreto dicha pregunta con la tesis que voy a decir y comentar a continuación: las personas, casi siempre, buscamos en nuestro sitio en este gran mundo en relación con nuestro estado de ánimo o desánimo, es decir, siempre iremos del desánimo al ánimo (esto en función de lugares).

Un indicador de ánimo o desánimo puede ser el amor. En casi todas las ocasiones nos indicará nuestro lugar en el mundo, ya que en dicho lugar se encontrará lo que amamos. Por ejemplo, si nos enamoramos de una persona que vive en un lugar diferente al nuestro, nosotros decidiremos ir a vivir allí donde se ubique nuestro amor, en este caso nuestro lugar en el mundo sería aquel donde se ubicase nuestro amor o vida; si por el contrario nuestro amor viene a vivir con nosotros, nuestro lugar en el mundo sería este, porque aquí nos encontramos con nuestro amor.
La familia y amigos, también podríamos decir que son indicadores de nuestro lugar en el mundo, incluso hacerlos subtipos del amor. Por ejemplo, si en un lugar nos encontramos solos, a mucha distancia de nuestros familiares o amigos, estaremos desanimados (casi siempre, y aunque no lo parezca) y desearemos volver al lugar a donde se ubican ellos para de nuevo animarnos o ser felices; sin en cambio, si nos ubicamos cerca de la familia y amigos, estaremos animados o felices porque sabremos que están cerca para ayudarnos; por tanto, este nuevo emplazamiento sería nuestro lugar en el mundo y no el anterior.

Otra cosa importante que determina nuestro ánimo o desánimo en un lugar, es esa sensación interna (positiva o negativa) que nos afecta en todo momento. Esta sensación en el caso de que sea negativa, nos provocará un malestar que nos indicará que donde estamos no nos corresponde, esto puede venir provocado por ser infinitos factores; sin embargo, si esa sensación que nos recorre por nuestro interior, es positiva, tendremos una alegría que nos indicará que donde estamos es lo correcto, y que si queremos que esa sensación de alegría siga manteniéndose mucho tiempo no deberemos mudarnos de lugar.

Creo que estos indicadores de ánimo o desánimo: amor, amistad, familia y sensación interna (más importante porque engloba a los otros) son fundamentales para determinar nuestro lugar en el mundo, porque sin ellos no sabríamos si estuviéramos animados o desanimados, y por tanto, no sabríamos si ese lugar es el indicado o no. Imaginemos, que no tenemos familia porque ha muerto, no tenemos amigos ni los hacemos porque no nos gusta relacionarnos, sería difícil que la mente dictara una sensación buena o mala, y por tanto no sabríamos donde ir porque en ningún sitio tendríamos nada.

También digo que estamos equivocados a la hora de buscar nuestro lugar en el mundo, afirmo esto porque en el principio que nos basamos para encontrar un lugar en el mundo es el dinero. Pero digo ¿de qué vale el dinero sin tener los indicadores anteriores? Creo que el dinero es un complemento para buscar nuestro lugar en el mundo, pero es secundario. Por ejemplo, si no tenemos los indicadores que antes he mencionado, pero somos multimillonarios porque nos ha tocado la lotería, ¿qué nos ocurriría? No sabríamos donde ubicarnos en este gran mundo porque donde estaríamos felices o ánimos sin familia, amor o amistades, en ningún lado; seríamos personas amargadas, viviendo en palacio, llorando en cada esquina pensando en dar todo el dinero en nuestra posesión por algo de cariño, y seríamos capaces de dar nuestro dinero por ubicarnos en un lugar del mundo teniendo familia, amor o amistades porque estaríamos felices o animados. El dinero solo, no te ánima, sino que te desanima y nunca te ayudará a encontrar tú lugar en el mundo, porque eso te lo da amor, amistad y/o familia.

Podríamos pensar que la religión nos ayuda a encontrar nuestro lugar en el mundo, pero no es así. La religión te obliga a buscar tu lugar en el cielo, y si tú no quieres buscar tu lugar en el mundo en el cielo o la bondad, sino en el infierno o maldad porque te da alegría o ánimo, la religión te lo prohíbe. Si te enamoras de una mujer que quiere utilizar precaución en el acto sexual, tu deber como católico sería hacer lo contrario, pero no lo haces porque este es tú lugar en el mundo porque está la mujer a la que amas y harás lo posible para estar animado con ella y haces esto estarás en el lugar indicado del mundo por estar en el lugar donde se encuentra el amor, pero incumplirás a la religión católica.

En conclusión, vamos a regir nuestro lugar en el mundo en función de si ese lugar nos da alegría o ánimo, para que un lugar nos de esa alegría necesitamos tener a nuestro alrededor amor, amistad y/o familia. Si un lugar no nos da esos puntos, lo más seguro es que estemos desanimados o tristes, por lo tanto no querremos estar en ese lugar y no será nuestro lugar en el mundo. Siempre hay excepciones que confirman la regla.

martes, 7 de diciembre de 2010

LA LEGALIZACIÓN DEL ABORTO

Mirando blogs de vosotros, me paré en el de Cristian por el comentario acerca de una foto que había realizado. La foto, y por supuesto el problema, trataba de la legalización o no del aborto. Cristian argumentaba que la mujer era libre para abortar si quería o no, yo creo que lo que Cristian dice es lo lógico. Por ello aquí tenéis un video en el que se muestran razones del porque sí del aborto, en fución de la mujer.

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